Carta a mi querido pueblo.

 

Por: Edward Pérez 

Querido pueblo, hoy me siento impulsado a dirigirme a ti con palabras cargadas de gratitud, aprecio y unas que otras verdades. A través de estas líneas, deseo expresar la profunda conexión que siento contigo, mi querido lugar de origen, mi refugio y mi fuente de inspiración.

En ti, Dajabón querido, encuentro la diversidad de pensamientos y la riqueza de experiencias que dan forma a mi identidad. Tus habitantes, con sus historias únicas y sus voces singulares, son el tejido que entrelaza la trama de nuestra comunidad. Cada persona que se cruza mi camino deja una huella imborrable en mi corazón, recordándome la importancia de la empatía, la solidaridad y la comprensión en nuestra convivencia diaria.

A pesar de los retos y de las adversidades, tu Dajabón jamás has perdido tu esencia, tu espíritu indomable que desafía al tiempo y las circunstancias. En cada amanecer renuevas tu compromiso con la tradición, la innovación, con la memoria y el progreso. Tu capacidad de reinventarte y de adaptarte a los cambios, aun con todos los desafíos que has enfrentado, me inspiras a superar mis propias limitaciones y a abrazar el futuro con esperanza y determinación.

Querido y estimado Dajabón, vamos a seguir promoviendo el desarrollo sostenible de este pedacito de tierra, recordando que el progreso no se obtiene poniendo zancadillas ni criticando el accionar de los demás. Vamos a convertirnos en colaboradores de nuestros hermanos y ayudémoslos a crecer porque las microacciones cuando se juntan se convierten en macro acciones. 

 Que nuestro pueblo sea un refugio seguro de paz, tranquilidad, armonía económica y oportunidades para todos.

Dajabón Desde lo más profundo de mi ser te agradezco, por enseñarme el valor de la comunidad y por inspirarme a ser cada día una mejor versión de mí mismo. Que nuestras vidas sigan entrelazadas en un vínculo indestructible, que nuestra relación perdure en el tiempo y que juntos sigamos construyendo un futuro lleno de prosperidad y alegría.

Con cariño y gratitud eterna,
Edward Pérez

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