LAS FRONTERAS ENTRE RELIGIONES:




Por: Edward Pérez

La humanidad ha estado marcada históricamente por la diversidad de sus creencias, un mosaico vasto y complejo que define identidades, culturas y visiones del mundo. Sin embargo, esta misma diversidad a menudo erige fronteras simbólicas y, en ocasiones, geográficas, entre las distintas religiones. Estas "fronteras" no son meras líneas divisorias teológicas; son espacios de interacción, de tensión y, crucialmente, de oportunidades para el diálogo.

 LA FRONTERA COMO DEFINICIÓN DE LA IDENTIDAD.

La primera función de una frontera religiosa es la de definición identitaria. Cada sistema de creencias traza un límite entre el "nosotros" (los creyentes, la comunidad, la umma, la iglesia) y el "otro" (el ajeno, el infiel, el pagano, el diferente). Esta distinción, esencial para la cohesión interna, se manifiesta en dogmas, rituales, vestimentas y espacios sagrados. Por ejemplo, la ausencia o presencia de imágenes en los templos, o la diferencia en las prácticas funerarias, actúan como marcadores sagrados que demarcan visiblemente la pertenencia y, por ende, el límite con el vecino de diferente fe. En muchos casos, como se observa en la arquitectura evangélica que niega simbólicamente los elementos católicos, la frontera se construye activamente como negación de la otra tradición.

LA FRONTERA COMO ESCENARIO DE CONFLICTO.

Lamentablemente, la historia está saturada de ejemplos donde la frontera religiosa se endurece y se convierte en línea de fuego. Cuando las creencias se entrelazan inextricablemente con identidades nacionales, políticas o étnicas, las diferencias teológicas se transforman en justificación para la violencia y la intolerancia.

EJEMPLOS HISTÓRICOS Y CONTEMPORÁNEOS ABUNDAN:

 Conflictos geopolíticos y divisiones religiosas: La partición del Raj británico en India (mayoría hindú/sij) y Pakistán (mayoría musulmana), o el prolongado conflicto en la región de Jammu y Cachemira, demuestran cómo la división territorial basada en la religión ha generado inestabilidad y enfrentamientos constantes.

 Conflictos intra-religiosos: El caso de Siria, donde las divisiones son tanto confesionales (suníes, alauitas, chiitas, cristianos, drusos) como étnicas (árabes, kurdos), ilustra que las "fronteras" más violentas pueden existir incluso dentro de una misma tradición religiosa (como la fractura entre suníes y chiíes por el liderazgo de la Umma).

 Guerras de Religión: Desde las guerras en la Europa del siglo XVI (entre católicos y protestantes) hasta los conflictos en la ex Yugoslavia (entre ortodoxos serbios y católicos croatas), la intolerancia religiosa ha derivado en masacres y genocidios.

En estos casos, la frontera religiosa se convierte en un mecanismo de exclusión radical, negando la humanidad del "otro" y desatando la peor vertiente fanática de las religiones.

Reconocimiento: Aceptar la validez existencial y la búsqueda de verdad del otro, sin renunciar a la propia.

 Superación de la Tolerancia: Ir más allá de la mera "tolerancia" (que a menudo implica una condescendencia implícita), para fomentar el respeto mutuo y la colaboración en pro del bien común.

Enfoque en la Ética Común: Descubrir y actuar sobre valores compartidos, como la paz, la justicia y la dignidad humana, reconociendo que el Reino de Dios o el propósito divino es más grande que cualquier institución eclesiástica.

Conclusión: Las fronteras entre religiones son un fenómeno inherentemente humano, reflejo de nuestra necesidad de pertenencia y verdad. Son espacios duales: fuente de conflicto cuando se traducen en intolerancia y exclusión, y fuente de riqueza cuando se abordan desde la curiosidad y la humildad dialógica. El desafío del siglo XXI es, precisamente, trabajar en estas fronteras, no para borrarlas porque, la diversidad es valiosa, sino para mantenerlas permeables, convirtiendo la distinción en respeto, el recelo en entendimiento, y el muro en un portal para la fraternidad humana.

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